Uno de los retos más satisfactorios de 2015 fue levantar, junto a grande compañeros, Fairway, el primer congreso internacional dedicado al Camino de Santiago. Contamos experiencias y aprendizajes, que fueron muchos y muy buenos. Traemos a colación el congreso porque la ponencia de Lena Waterfeld nos hizo profundizar sobre la cuestión de la seguridad individual cuando estamos haciendo turismo en lugares poco a nada urbanizados pero que sí cuentan con planes y promoción turística. Y pensamos sobre turismo y seguridad: cuestión de imagen o de exigir responsabilidad.
El caso de Waterfeld tuvo bastante difusión en su momento. Lena acabó el Camino de Santiago en la etapa de Muxía; mientras exploraba la zona, se desorientó y acabó en una zona de barrancos de la que no pudo salir. Hubo que movilizar recursos de salvamento para sacar a la peregrina de los acantilados. Hasta ahí, todo lógico: un mal rato durante una vacaciones en el medio natural pero con final feliz. El caso siguió cuando la ciudadana germana se encontró con una factura que le reclamaba 4.600 euros, es decir, los gastos derivados de la movilización de recursos necesarios para completar el rescate.
Y a partir de ahí comienza un cruce judicial que aún sigue.
Este testimonio nos hizo pensar sobre los imprevistos que se nos pueden cruzar cuando estamos haciendo disfrutando de vacaciones en un destino que no es completamente urbano; con esto queremos decir que podemos visitar lugares con un poco más de dificultades en cuanto al acceso o algo más exigentes en cuanto al esfuerzo físico. Practicar esta actividad una o dos veces no nos convierte ni en deportistas imprudentes o en alpinistas novatos, de la misma manera que leer un libro de anatomía no nos convierte en médicos. Ni mucho ni poco.
Pongamos un caso concreto: Perú
El antiguo imperio inca es un destino turístico en auge dentro del competido mercado sudamericano. Existen muchos y buenos motivos para planear un viaje hasta el país del cóndor: una gastronomía envidiable, algunas de las piezas artísticas más singulares del barroco colonial español y sí, las ruinas de las majestuosas ciudades precolombinas: Machu Picchu u Ollantaytambo en Cuzco, donde encontramos un Camino Inca; el ecoturismo en la zona de la Amazonía peruana… Como pueden comprobar en Google, no se trata de lugares a los que sea muy sencillo acceder: las maravillas arqueológicas están situadas, como cualquier ciudad de la antigüedad que quisiese durar más de dos primaveras, en lo más alto de un sistema montañosos. Se trata de un país situado a gran altitud con una exuberante riqueza natural, así que, ¿cómo se plantean las autoridades peruanas su trato con los turistas que llegan de otros países americanos o de Europa?
Pues trasteando un poco, nos encontramos con que el concepto de policía turística está bastante desarrollado. Hemos visto antes este tipo de divisiones en los cuerpos de seguridad: ciudades como Tenerife, Madrid o Alicante cuentan con este servicio dentro de la Policía local. Es más conocido el cuerpo policial dedicado al turismo en Cuba.
Pero nos llamó la atención la dedicación integral que dedica el Estado peruano a la protección del turismo, compuesto por lugares y obras que integran el catálogo del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Justo como Santiago y el Camino.
Un turista extranjero que aterriza en Perú recibe una tarjeta con números de emergencia a los que recurrir en caso de algún percance. La tarjeta emitida por iPerú proporciona números de teléfono a los que llamar en caso de incidencia tanto en ciudades como en los yacimientos arqueológicos o en parajes naturales donde puede suceder cualquier incidencia.
Como vemos, el gobierno de Perú tiene claro que no va a pasar los gastos de un rescate a los turistas que han sufrido esta desgracia. Ya bastante tiene un pobre viajero con el susto, como para cantar bingo cuando llegue a su casa y se encuentre las frías facturas. Pero, la estrategia peruana es especialmente sensible a las posibles consecuencias que puede tener para el turismo que llegue desde el país de la persona afectada: si se convierte en una advertencia, si te avisan en las agencias que a todos los turistas que accidentalmente tienen un problema, además de pasar el trago, le costará dinero, el atractivo turístico sufrirá una merma. Tienen claro que como transcienda en los medios de comunicación puede bajar puntos porcentuales en las próximas estadísticas de afluencia de visitantes. Es imagen de país, y nos parece bastante acertado sinceramente.
El caso de Waterfeld puede tener varias explicaciones: puede ser que alguien haya entendido que realizar el Camino de Santiago es una actividad deportiva que necesita federación y seguros de viaje expedidos por la asociación pertinente. Una noticia: recorrer el Camino de Santiago no es una actividad deportiva, aunque haya quien se lo plantee de esta manera, pero se trata de la excepción, no de la norma. Otra explicación es el clásico politiqueo: jugar el papel de estricto guardián de las cuentas públicas y aplicar una penalización ejemplarizante a una persona que, por fortuna, no vota en las elecciones locales ni autonómicas. Una forma pacata de decir “el que la hace la paga” con pocas posibilidades de encontrarte con una respuesta en forma de sufragio.
Pero no es asunto nuestro el discernir los motivos de esta penalización. Eso sí, nos hizo pensar en la necesidad de aumentar la seguridad. Y seguridad no siempre significa más agentes de la autoridad en tal o cual lugar, sino un plan coordinado, realizable y unificado que entiendan todas las administraciones públicas.
¿Sería posible garantizar una asistencia a los peregrinos del Camino de Santiago? ¿Qué acuerdos serían necesarios? ¿Acaso el Camino de Santiago, la ciudad de Compostela y tantas otras ciudades y lugares de la ruta no son Patrimonio de la Humanidad? ¿Penalizar a la industria que mueve más de un 20% del PIB gallego en lugar de trabajar por mejorar sus servicios estructurales es un movimiento acertado?
Como veis, acabamos con más interrogantes que respuestas pero se trata de un asunto que merece un tiempo de debate. Nosotros, desde luego, optamos por la opción peruana.
¿Qué os parece?
2 comentarios
tono · 25 abril, 2016 a las 20:29
Nos decantamos claramente por la forma que tiene de plantearlo Perú aunque como dices si se demuestra claramente esa imprudencia habría que ponerle matices pero que no serían fáciles de demostrar en el límite de la imprudencia, el despiste o la temeridad. Muchas gracias por el comentario.
Blog turismo · 23 febrero, 2016 a las 16:07
Muy buen artículo, excelente planteamiento. A mi forma de ver seria ambas tanto una cuestión de imagen o de exigir responsabilidad. En el ejemplo de la peregrina que tuvo que le pedían que pagara la factura, yo creo que esta solo tendría que pagarla si hubiera cometido una grave imprudencia, por ejemplo no ir bien equipada, no llevar recursos para mantenerse como agua y alimentos. Si la mujer lo único que tuvo fue que se cayo pues entiendo que le puede pasar a cualquiera.