Es la segunda vez que abordamos en esta bitácora sobre la relación entre el cine y el turismo. En aquella ocasión, explicamos un poco el trabajo de las Film Comission y cómo cada ciudad española había desarrollado una comisión encargada de los trabajos logísticos que acarrea una producción audiovisual que son muchos: el equipo ha de contar con alojamiento, catering, permisos municipales, etc. Como explicábamos en el anterior post, las comisiones actuaban como ventanillas únicas que realizaban una labor de mediación entre las productoras y las instituciones en las que se filmaba tal o cual producción. También contamos que, a raíz de la trilogía de «El señor de los anillos» la tarea de las film comisión dio un salto y se colocó en la zona de la promoción turística. Pero fenómenos de la Tierra Media hay poco. La realidad es que el panorama de la producción cinematográfica se reformateó casi por completo y no siempre para bien así que nos preguntamos: turismo por las pantallas de cine ¿ser o no ser?
Pues ser, es. A lo largo de las dos últimas décadas el acceso masivo a las redes y el intercambio de ficheros vía P2P puede que hayan mermado las perspectivas económicas de los estudios y las productoras. Como en cualquier capa social, una crisis afecta según el tamaño: los grandes se resienten –ese empeño en las producciones de superhéroes indica que en tiempos de inquietud es mejor buscar un valor refugio—los medianos lo pasan mal e intentan diversificar y buscar salidas alternativas y los pequeños, pues ya se lo imaginan. Ante este panorama, los poderes y la importancia de las Film Comission o se redujo o despareció directamente. No se entendió su trabajo y su importancia tanto para la promoción turística como para los negocios del sector: hoteles, restaurantes, empresas de catering, etc.
El caso es durante la década pasada, en Galicia las Film Comission hicieron un trabajo excelente: nuestra comunidad se convirtió en un plató fijo para todo tipo de producciones que encontraron aquí un buen trabajo organizativo, unos profesionales altamente cualificados y un lugar sencillamente impresionante. Para qué mentir. La crisis cambió el modelo de producción y ahora la iniciativa recae sobre las televisiones, que actúan según sus propios criterios de producción, pero sus éxitos siguen repercutiendo en el turismo.
Un ejemplo lo encontramos en el último gran éxito del cine español: «Ocho apellidos vascos». No solo barrió en la taquilla y se convirtió en un fenómeno de masas a escala estatal: revitalizó de forma espectacular el turismo en Zumaia, una zona rural de Euskadi que, a pesar de su belleza natural y salvaje y de contar con un patrimonio natural único en el mundo (en los acantilados de la playa están las huellas de un enorme meteorito), recibía visitas gracias a la ruta del Flysch, obligada para los geólogos del mundo. El gobierno vasco calculó un aumento del 9% en un solo año. Y lo mejor de todo: sacaron turistas de zonas en las que la imagen de Euskadi estaba mediatizada por cuestiones políticas. El cambio del perfil del turista en esta zona es innegable.
Más turismo gracias a las pantallas
Otros casos son los del desierto de Tabernas en Almería, donde se rodaron los míticos spaghetti western y que se sucedieron entre momentos de reivindicación y de pérdida de relevancia, ya que los recursos turísticos de Almería y Andalucía son impresionantes. Un poco como en Lanzarote, escenario habitual de muchas películas y series (la última que recordamos en Doctor Who, dónde el parque del Timanfaya fue una más-que-perfecto de la Luna) pero que no necesita estas promociones para recibir riadas de turistas cada año.
Incluso entre producciones televisivas españolas comienza a haber un cambio que arrastra a televidentes y les mueve la curiosidad necesaria como para hacer un viaje a los lugares en los que se ambientan: ahí está el éxito de la serie ‘Isabel’ –que tiene un ‘spin off’, ‘Carlos V’—o más recientemente ‘El ministerio del tiempo’.
El papel de las Film Comission sigue siendo válido, aunque hayan cambiado los interlocutores y no se trate tanto con productoras de cine como con subdivisiones de grupos mediáticos en los que el cálculo de costes es diferente. Pero no son un gasto superfluo. De hecho, encontramos como apenas pocos meses la Comunidad de Madrid pasó de cerrar la Film Comission a ofrecer ayudas para impulsar el turismo cinematográfico.
Éxitos como de películas como «Mar adentro» o «La mala educación», o «La piel que habito» (por citar algunas que se hayan proyectado en circuito internacional) y el prestigio con el que contamos entre realizadores de primer nivel por la profesionalidad logística no se pueden tirar a la basura. Los datos de rodaje y su impacto económico en los sectores turísticos locales caen pero al mismo tiempo demandamos una salida audiovisual al potencial turístico de la comunidad.
Puede ser hora de que atemos cabos y salgamos a buscar esa gran película o serie de televisión, considerado el nuevo formato de consumo artístico para adultos, que nos haga estar de nuevo en el lugar que por trabajo nos merecemos.
¿O a ustedes nos les parece de cine?
0 comentarios